Este mes llega un nuevo título a nuestra colección Molino de viento: O misterio de Xacarandá, de Elena Osés. Una historia llena de magia en la que una familia debe superar la pérdida de la madre y reiniciar su vida en un nuevo lugar, la aldea de Oires. Allí, sus preocupaciones iban a centrarse en reformar el viejo caserón familiar, reabrir la vieja panadería y adaptarse al peculiar estilo de vida de sus vecinos. Hasta que una misteriosa niña empieza a aparecérseles en las noches de tormenta…
O misterio de Xacarandá es un relato vibrante, cargado de aventuras y experiencias, en el que la protagonista deberá desentrañar el misterio que esconde el caserón y, por si fuese poco, fortalecer los lazos entre los cuatro hermanos.
Elena Osés nació en Madrid en 1981. Es correctora de textos y escribe libros para un público infantil y juvenil, entre los que se encuentran Los Extraños o India y el secreto de Mar Salado. Hoy hablamos con ella para que nos cuente un poco más sobre El misterio de Jacaranda y su trabajo como escritora.
¿Cómo nace Xacarandá? ¿De dónde viene la idea de crear ese viejo y misterioso caserón, que esconde un enorme e inesperado secreto?
Pues en realidad Xacarandá parte de diferentes puntos. Por un lado, de un simple clic al ver un árbol de Xacarandá en flor, que es de una belleza espectacular, y sentir también la musicalidad de su nombre. Reflejaba un brillo, una magia, que me pareció que merecía aparecer en una historia en la que tuviese un papel bastante protagonista. Por otro lado, siempre que viajo a algún lugar o que paseo por algún sitio, no puedo evitar ir fijándome en las casas, en las construcciones que parecen encerrar historias del pasado, que están ahí contándonos tantas cosas… En un viaje por el norte, vi una casa solitaria que habían construido en un lugar alejado de todo, frente al mar, que parecía estar envuelta en un halo de misterio. Me pregunté de quién sería, si aún viviría alguien allí, cómo sería pasar el invierno entre sus paredes… y, a partir de ahí, empezó a tomar forma en mi cabeza el caserón de los Alberdi, que, por supuesto, guarda un secreto en su interior, como seguro que guardaba aquella casa y muchas de las construcciones en las que siempre me fijo.
Tal y como describes el viejo caserón, casi parece que hayas vivido tú misma esta aventura en primera persona, ¿cuántos recuerdos infantiles hay guardados en ese desván?
Ojalá hubiera vivido una aventura así en la infancia, pero lo cierto es que no está basada en ninguna experiencia real… Si hablamos de lo que conocemos todos como «real», porque en realidad ese desván yo creo que sí que existe en la cabeza de muchos niños —y también adultos que mantienen ese recuerdo de su niñez—. Es un sitio que se va construyendo en cada uno de nosotros gracias a los libros que hemos ido leyendo, los cuentos que nos han contado y también las experiencias que vamos teniendo… Es un sitio lleno de polvo y de secretos increíbles… y que, por qué no decirlo, también da un poco de miedo…
Buscando en mi propio «desván», desempolvé cosas como el apellido de una compañera de colegio de cuando era niña, Alberdi, que siempre me pareció especial, o la historia que a menudo me contaba mi madre de cómo nací midiendo sesenta centímetros y me convertí en la recién nacida más grande de la Comunidad de Madrid hasta ese momento, como le ocurre a Mun. Siempre me sentí una niña un poco diferente y quién sabe si todo empezó con ese hecho.
Hay una parte de la historia muy cotidiana —la llegada a un sitio nuevo, la relación entre los hermanos—, pero siempre con toques de magia y algo sobrenatural. ¿Qué te lleva a esa mezcla entre cotidianidad y fantasía?
Es algo que fue surgiendo según iba construyendo la historia, pero creo que, de manera inconsciente, parte de lecturas de hace mucho tiempo que me siguen influyendo mucho. Del costumbrismo de infinidad de libros de mi infancia y del realismo mágico, que me fascinó en la adolescencia.
El libro comienza con el nacimiento de Mun, una niña que tiene una peculiaridad que la hace especial, pero que también genera rechazo en determinadas personas. En alguno de tus libros anteriores aparecen también personajes un poco outsiders, que no terminan de encajar con el resto. ¿Por qué es importante para ti representar este tipo de personajes?
Porque a mí misma me llaman la atención las personas que tienen algo diferente que ofrecer y que, lamentablemente, siguen siendo a menudo apartadas o mal vistas, a pesar de ser las más interesantes. Sin ellas, seguramente no tendríamos música que escuchar ni obras de teatro que ver ni muchísimas cosas.
En la infancia y la adolescencia, especialmente, salirte de la norma no es fácil y me gusta poner el foco en esos personajes que, lejos de ser poco valiosos —según lo que marcan las normas sociales— son los que hacen que el mundo sea vibrante, dinámico, que son únicos y especiales y que pueden llevarte a buscar esa originalidad que todos tenemos dentro.
¿Te resulta complicado definir el carácter, la forma de hablar y las reacciones de personajes tan diferentes como son los cuatro hermanos protagonistas?
Quería personajes muy diferentes que reflejasen esas relaciones entre hermanos que suelen estar entre el enfrentamiento y el «déjame en paz» y la confianza, el cariño y la lealtad.
Definir cuestiones como su forma de hablar y reaccionar ha supuesto el esfuerzo de ponerme en la piel de personajes con formas de ser, circunstancias y, sobre todo, edades muy dispares, para entender cómo se sentirían y comportarían ante las diferentes circunstancias que se van encontrando.
¿Dónde está la “línea de corte” de escribir literatura infantil sin que resulte infantilizada? ¿Cómo se les cuenta algo en su propio idioma, pero con una mente adulta detrás?
Realmente creo que esa línea está en tratar a los niños y adolescentes como personas inteligentes, con pocos años a sus espaldas, pero con una capacidad e inteligencia enormes. También en tratar de recordar cómo éramos cuando teníamos esa edad, cómo pensábamos, qué nos interesaba, cómo nos sentíamos en el mundo de los adultos…, porque no olvidemos que el mundo está todo organizado para los adultos y los niños pintan muy poco. La conexión entre adultos y niños es mucho más directa de lo que pensamos; son lo que fuimos y eso todavía lo llevamos dentro.
De las ilustraciones de O misterio de Xacarandá se ha encargado Eva Agra. ¿Cómo es para ti, como autora, dejar que otros plasmen visualmente los mundos y personajes que tú has creado? ¿Sueles estar en contacto estrecho con ellos mientras trabajan o prefieres dejarles hacer y que se guíen simplemente por el texto?
Da un poco de vértigo que alguien plasme lo que tú tienes tan claro en la cabeza, pero a la vez es emocionante porque es la primera vez que vas a poder ver cómo otra persona ve lo que tú has imaginado e intentado trasladar a palabras. De primeras puede resultar un poco extraño, pero si abres la mente, las aportaciones del ilustrador o ilustradora enriquecen el relato. Me gusta que se guíen por el texto, porque es seguir sumando a esa historia que hace tiempo empezó a gestarse en tu cabeza y termina de construirse con esas ilustraciones.
¿Cómo es tu proceso de escritura, desde que surge una idea y empiezas a tirar de ella hasta tener la historia completa?
Normalmente todo empieza con algo sencillo, como puede ser un lugar, un nombre, una situación, incluso, una sensación. Le empiezo a dar vueltas y, a partir de ahí, comienza a crecer algo a lo que se van sumando otras ideas, que se va adornando. Siempre hay un punto en el que tengo un montón de ideas y elementos desconectados, pero, poco a poco, van creándose conexiones entre ellos hasta que parece que en la historia todo tiene sentido y queda, digamos, «redondeada», completa.
Cada vez intento organizar un poquito más con antelación lo que voy a escribir para evitar esos momentos de no saber por dónde va a continuar la historia, pero la verdad es que me gusta dejar que vaya formándose poco a poco. Hay momentos de incertidumbre, pero cuando los superas y la historia sigue creciendo y encajando, eso me encanta.
Dices que de pequeña tu juego favorito era leer y por eso ahora escribes para aquellos a quienes también les gusta jugar con libros. ¿Cuáles son los libros que más te han marcado como lectora convertida en autora?
Los libros que leí de niña y en la adolescencia seguramente sean los que me han marcado más en su conjunto, mucho más que los que pueda haber leído siendo adulta. Me calaron más hondo y se quedaron más dentro de mí. Los libros de Astrid Lindgren, como Los niños de Bullerbyn, Superdetective Blomkvist o Karlsson en el tejado, y los de Enid Blyton, como Los Cinco o Torres de Malory, fueron mis favoritos de niña. Cuando digo «jugar con los libros», lo digo de manera literal, porque yo jugaba a que era esos personajes y vivía esas aventuras. Todos los veranos paso por las escaleras que fueron en mi infancia el «cuartel general de la Rosa Blanca». Un poco más adelante, libros que nos «obligaban» a leer como La Celestina, Cien años de soledad o Últimas tardes con Teresa fueron toda una experiencia literaria para mí.